lunes, 9 de enero de 2012

Un texto de Walter Benjamin

 Este pensador alemán, suponemos, que se suicidó en la frontera española, en Portbou (1940), ante la perspectiva de ser devuelto al otro lado de la frontera y entregado a la Gestapo.  Coloco aquí este fragmento de La obra de arte en la era de su reproducibilidad técnica, porque buscando información para el concurso Con acento, he vuelto a releer, para inspirarme, a la Escuela de Frankfurt (sobre todo he vuelto a hojear a Marcuse), y una lectura lleva a la otra, en fin.

El aprovechamiento natural de las fuerzas productivas, el crecimiento de los medios técnicos, de los ritmos, de las fuentes de energía, urge un aprovechamiento antinatural. Y lo encuentra en la guerra que, con sus destrucciones, proporciona la prueba de que la sociedad no estaba todavía lo bastante madura para hacer de la técnica su órgano, y de que la técnica tampoco estaba suficientemente elaborada para dominar las fuerzas elementales de la sociedad. La guerra imperialista está determinada en sus rasgos atroces por la discrepancia entre los poderosos medios de producción y su aprovechamiento insuficiente en el proceso productivo (con otras palabras: por el paro laboral y la falta de mercados de consumo). La guerra imperialista es un levantamiento de la técnica, que se cobra en el material humano las exigencias a las que la sociedad ha sustraído su material natural. En lugar de canalizar ríos, dirige la corriente humana al lecho de sus trincheras; en lugar de esparcir grano desde sus aeroplanos, esparce bombas incendiarias sobre las ciudades; y la guerra de gases ha encontrado un medio nuevo para acabar con el aura.

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