jueves, 22 de diciembre de 2011

EL PALACIO

Dejo aquí el texto que leí a mis alumnos de 1º de Bachillerato la semana pasada, en el espacio LOS VIERNES, LECTURA. Comentarlo me parece inoportuno. Ya le sacamos partido en clase. Solamente quiero añadir algo. A Borges, como todos sabemos, por su ceguera, le leían. ¿Os imagináis, personas lectoras, leerle este texto a alguien pensando que es el proio Borges quien escucha? 

El Palacio no es infinito.
Los muros, los terraplenes, los jardines, los laberintos, las gradas, las terrazas, los antepechos, las puertas, las galerías, los patios circulares o rectangulares, los claustros, las encrucijadas, los aljibes, las antecámaras, las cámaras, las alcobas, las bibliotecas, los desvanes, las cárceles, las celdas sin salida y los hipogeos, no son menos cuantiosos que los granos de arena del Ganges, pero su cifra tiene un fin. Desde las azoteas, hacia el poniente, no falta quien divise las herrerías, las carpinterías, las caballerizas, los astilleros y las chozas de los esclavos.
 

A nadie le está dado recorrer más que una parte infinitesimal del palacio. Alguno no conoce sino los sótanos. Podemos percibir unas caras, unas voces, unas palabras, pero lo .que percibimos es ínfimo. Infimo y precioso a la vez. La fecha que el acero graba en la lápida y que los libros parroquiales registran es posterior a nuestra muerte; ya estamos muertos cuando nada nos toca, ni una palabra, ni un anhelo, ni una memoria. Yo sé que no estoy muerto.

J.L. Borges, El oro de los tigres, en Obras Completas,
Barcelona, 1996, Círculo de Lectores.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario