Yo hago, como ellos, mi trabajo, y ejerzo como ellos mis derechos. Ahí va:
EL PROFESOR
En el patio, un ruido de botas con espuelas. Desde lo alto de las botas, tronó la voz de Alcibíades Britez, jefe de policia de Paraguay, un servidor de la patria que cobraba los sueldos y recibía las raciones de los policías difuntos.
Desnudo, tirado boca abajo sobre el charco de su sangre, el prisionero reconoció la voz. Ésta no era su primera estadía en el infierno. Lo interrogaban, o sea, lo metían en la máquina de picar carne humana, cada vez que los estudiantes o los campesinos sin tierra hacían alboroto y cada vez que aparecía la ciudad de Asunción llena de panfletos para nada cariñosos con la dictadura militar.
La bota lo pateó, lo hizo rodar. Y la voz del jefe sentenció:
-El profesor Bernal... Verguenza debía darle. Mirá el ejemplo que le das a los muchachos. Los profesores no están para armar líos. Los profesores están para formar ciudadanos.
-Eso hago- balbuceó Bernal.
Contestó por milagro. Él era un resto de él.
Eduardo Galeano, Bocas del tiempo,
ed. SXXI, pág. 303