jueves, 27 de octubre de 2011

UNA VIDA DE PERRO

De este autor es fácil decir, por ejemplo, que es "un inconformista y solitario, que hizo de su prosa y su poesía la clave interpretativa de un espacio interior del ser" (copiado de la contraportada del libro citado abajo). A mí estas palabras ya me ponen en disposición de leerlo: siento simpatía hacia autores así. Pero además, si lo lees te das cuenta que se han quedado corto en sus análisis y apreciaciones. LLevo con el libro apenas unas horas y ya ha desplazado a otros (a los que volveré cuando se me pase esta obsesión), hasta el punto de colocar uno de sus textos aquí. Espero que os guste mi elección: 

MI TEXTO DICE: 

Siempre me acuesto muy pronto y extenuado, y, sin 
embargo, nadie advierte ninguna labor fatigosa en mi 
jornada.
  Es posible que nadie lo advierta.
  Pero a mí, lo que me sorprende es que pueda resis-
tir hasta la noche, y no tenga que ir a acostarme ya 
desde las cuatro de la tarde.
  Lo que me cansa tanto son mis intervenciones con-
tinuas.
  Ya he dicho que en la calle me peleo con todo el mun-
do; abofeteo; agarro los pechos de las mujeres 
y, sirviéndome del pie como un tentáculo, hago cun-
dir el pánico en los vagones del metropolitano.
  En cuanto a los libros, me agotan más que nada. No 
dejo ni un apalabra con sentido, y ni siquiera con su 
forma.
  La atrapo y, después de algunos esfuerzos, la de-
sarraigo y la descarrío definitivamente del rebaño del 
autor.
  En un capítulo tienes enseguida miles de frases y 
tengo que sabotearlas todas. Lo necesito.
  A veces, ciertas palabras permanecen como torres. 
Debo intentarlo varias veces y, ya muy avanzado en 
mis devastaciones, de repente, en el curso de una idea, 
vuelvo a ver esa torre. No la había derribado bien, 
pues; tengo que volver a trás y encontrarle el veneno, y 
así me paso un tiempo interminable.
  Y al acabar el libro, me lamento, porque no he en-
tendido nada... naturalmente. No he podido engrosar-
me de nada. Me quedo flaco y enjuto.
  Pensaba, quizá, que cuando lo hubiera destruido 
todo, tendría equilibrio. Es posible. Pero tarda, tarda 
mucho.


(Henri Michaux, La noche se agita, Plume. Barcelona, 1994. Círculo de Lectores. Págs.: 111,112. ISBN 84-226-4901-2)

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