Coloco aquí este texto, porque el blog de Vigara me ha hecho acordarme del mismo. Los alumnos de 2º de Bachillerato ya lo conocen de sobra. A mí me parece genial, y aunque a primera vista, parece extraño, le puede pasar a cualquiera. Contemplar la belleza del mar o cualquier otra, e incluso leerle a alguien, porque sí, es un modo de aprender a mirar. Respirando, siempre respirando lo que se hace, como al leer respiramos el texto, las palabras que vamos a entregar y al otro. Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla. Viajaron al sur. Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando. Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura. Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre: —¡Ayúdame a mirar! | ||||||||||
Eduardo Galeano, El Libro de los abrazos |
martes, 15 de noviembre de 2011
Aprender a mirar (un texto para todos y para Elisa Vigara).
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Antonio es muy bonito, gracias por la parte que me toca
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